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Bosque de mastiles.

  • Puerto.

Ámsterdam no fue una ciudad espontánea, sino una máquina comercial pensada para el beneficio y la circulación del capital, la cual se caracteriza por su integración perfecta entre su geografía, urbanismo e infraestructura económica: Su transformación urbana y económica estuvo profundamente ligada al desarrollo del puerto y de un sistema de canales únicos, que no solo estructuraron la ciudad, sino que facilitaron su crecimiento económico.

Durante el siglo XVII, conocido como la Edad de Oro neerlandesa, Ámsterdam se convirtió en el epicentro financiero y comercial del mundo occidental, ya que contaba con el puerto más activo del mundo occidental, Conectado al Zuyderzee y al Mar del Norte, servía como punto de ingreso para mercancías provenientes de Asia, África, el Báltico y América. El puerto no solo era una infraestructura física, sino una estructura simbólica de poder: representaba la apertura global de la ciudad, su capacidad redistributiva y su conexión permanente con la economía-mundo. En el texto de Braudel, se describe al puerto como un “bosque de mastiles”, visible incluso desde la plaza Dam.*1 Era un espacio de intercambio cultural y punto de partida hacia otros mercados Europeos, la centralidad de Ámsterdam se afirmaba aquí: desde este punto convergían rutas globales de materias primas y bienes manufacturados. La entrada de productos como especias, porcelana, textiles, azúcar y esclavos, eran los mas promovidos.

El puerto de Amsterdam está siempre lleno hasta los topes. “No he visto nada que me haya sorprendido tanto -dice un viajero en 1738-. Es imposible imaginar, si no se ha visto, el soberbio efecto que provocan dos mil barcos encerrados en el mismo puerto”. Un guía de 1701 habla de ocho mil barcos, «cuyos mástiles y jarcias forman como una especie de bosque tan espeso que el sol parece hallar dificultades para penetrar a través de él...»46 • Dos mil u ocho mil: no andemos con regateos. Lo que está fuera de duda es la multitud de banderas que se observan fácilmente desde la plaza del Dam. Braudel, pag 18 .

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